lunes, 28 de enero de 2013

LA DEPORTISTA SOY YO

Vayamos por partes y dejemos las cosas claras: aquí una presume de Caminos de Santiago, la otra de clases de gimnasia, etc... pero, modestamente, la netamente deportista soy yo.
 
Ya en el cole destaqué por mis grandes aptitudes para el deporte. Nunca logré subir la cuerda, me esmorré cuarenta veces con el plinton sin conseguir superarlo, pero en atletismo destaqué, claro con el cacho patas largas que tenía y tengo... Esas grandes dotes para correr mi hicieron pensar que también podrían servirme para el baloncesto, como era muy alta me aceptaron enseguida.
En el primer entrenamiento me descoyunté dos dedos, que se pusieron como morcillas, y me jorobé una rodilla. Tras recuperar la forma de los dedos, cuatro entrenamientos más y me quedé con el atletismo y punto. Aunque ahora no recuerdo por qué lo dejé. ¿Por mala jugadora?...
 
Unos cuantos años más tarde, ya más crecidita, volví a eso del deporte en equipo, y me apunté -junto con con Neffer y Cris- al equipo de futbol femenino de uno de los bares de moda de aquellos tiempos. Ni os cuento el partido, perdimos por 15 a 1, acabamos todos trompetas -nos daban calimocho en lugar de agua- y con el cuerpo lleno de moratones. Creo que al segundo ni nos presentamos, yo al menos no fuí.
 
Después de experiencia tan hortera decidí que eso del deporte no estaba hecho para mi, pero un día me topé en el videoclub con el "Workout" de Jane Fonda  y estuve casi un año haciendo cada día una hora de aerobic.
Me puse como una mula, pero una tarde -ya en la tabla 3- surgíó el temido tirón y el marido-médico de mi amiga aeróbica dijo que aquello se había acabado, que era malísimo para el cuerpo y que Marga lo dejaba. ¡Cuerno se había puesto guapísima!... (¡Que cabritillo!...) Me quedé sin compañera, seguí una semana más y también lo dejé.
 
Mi último encuentro con el deporte fue hace tiempo, en la época aquella del "aún aguante" de oso.
Mi "ex" decidió que lo fino, lo elegante y lo que se llevaba, entre el pijerío que nos rodeaba, era jugar al golf. Y como él era superpijodelamuerte, yo le regalé los palos de golf. ¡Joér que palo y nunca mejor dicho!
Tras eso decidió que debía mejorar la técnica -¿mande?????, ¿qué técnica?, ¡si cogía los palos como si fuesen una escoba!- y contrató un curso en una academia muy finolis de la Via Augusta. Fue los primeros dos días, pero como el horario de las clases coincidía con el de las copas tras el trabajo con sus amigos -y amigas-, me dijo que fuese yo.
Como, por entonces, la que suscribe era rematadamente idiota... fue.
Hice el curso completo, el siguió cogiendo los palos como escobas, pero nunca pisé un campo de golf, entre otros motivos, porque me separé. Los palos, de ambas clases, se los llevó él. Gruuu... Jijiji...
 
Ahora estoy pensando en hacer Tai-chi, pero lo seguiré meditando 10 años más; no vaya a ser que la líe, que me conozco... pero... ¿Queda claro que yo soy la más deportista de las tres?... ¡Pues eso! ¡Ajo y agua, chicas! Las verdades duelen.

1 comentario:

yo dijo...

mucho meterete con los osos pero bien que te gustaba jajaja