Como ya sabéis lo deportista que soy, lógicamente entre mis fracasos "sportivos" también se halla el ski.
Mi primer disfraz de esquiadora comienza levantándome a las 6 de la mañana, saliendo camino a La Molina con Tere, su 600 y su hermano pequeño, que no paraba de dar la murga. Ella sabía esquiar, su hermano de 6 años y yo, ¡ni zorra idea!
El primer día transcurrió en la parte baja de la pista larga para que nos fuésemos habituando a manejar los palos y dominar los esquís. Eso el chaval, esta menda aprendía a remojar el culo. Estuve más tiempo en el suelo que en pié. El segundo domingo, con consiguiente madrugón, más de lo mismo, aunque con un 50% de caídas menos. Vamos sólo unas 30 o 40. ¡Iba mejorando!
El tercero, Tere dijo que ya estábamos preparados para bajar la pista larga. ¡Craso error!
Cogimos los telearrastres y al llegar arriba, salí disparada. Si no llega a ser por un señor que me agarró, me pego un porrazo de campeonato; pero el porrazo y ridículo más importante estaba por llegar...
Cogimos los telearrastres y al llegar arriba, salí disparada. Si no llega a ser por un señor que me agarró, me pego un porrazo de campeonato; pero el porrazo y ridículo más importante estaba por llegar...
Comenzamos a bajar la pista, el niño en plan profesional, yo con el trasero. ¡Que rabia me daba ver a aquel criajo que no se caía ni empujándolo!...
A media pista me harté, en la decimonovena caída me quité los "paratos" aquellos, me los puse al hombro -como veía que hacían- y comencé a bajar para abajo segura de que pegaba pinta de "guapa esquiadora consagrada".
Mi autoestima iba subiendo al mismo tiempo que mi cuerpo iba bajando hasta que oí unos gritos, me giré y me encontré con tres o cuatro tios que me gritaban. Dos o tres me esquivaron, el tercero me vino encima. La "perfecta esquiadora" iba por mitad de la pista haciendo el chorra. ¡Dios lo que me oí!... Y con razón.
A media pista me harté, en la decimonovena caída me quité los "paratos" aquellos, me los puse al hombro -como veía que hacían- y comencé a bajar para abajo segura de que pegaba pinta de "guapa esquiadora consagrada".
Mi autoestima iba subiendo al mismo tiempo que mi cuerpo iba bajando hasta que oí unos gritos, me giré y me encontré con tres o cuatro tios que me gritaban. Dos o tres me esquivaron, el tercero me vino encima. La "perfecta esquiadora" iba por mitad de la pista haciendo el chorra. ¡Dios lo que me oí!... Y con razón.
Un par de años más tarde volví varias veces a Font Romeu pero nunca más me puse unos esquís, me quedaba en el bar de arriba con Loles poniéndonos morenas. Ella era casi tan patosa como yo y, de este modo, pasabamos el fin de semana con el grupo, volvíamos a Barcelona enteras y con la marca de las gafas que tanto fardaba. A La Molina no volví, no fuese a ser que me reconociensen...
¡Por Dios, que "inútila" soy, deportivamente hablando!...
¡Por Dios, que "inútila" soy, deportivamente hablando!...
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