Hoy voy a volver un poco atrás y a recordar uno de mis juegos de niña favorito. Munca me gustó jugar a vestir muñecas, las tenía todas en una estantería pero ni las tocaba; solo me gustaba mirarlas.
Para jugar, muchas veces obligada, prefería el fuerte, los indios y los americanos de mi hermano. Juego al que siempre me ganaba porque sus tiros se cargaban tres de los mios, ya fuesen indios o soldados, daba igual. El siempre tenía que ganar.
Pero lo que realmente me gustaba era jugar sola, instalarme en la mesa del comedor y desplegar mis sobres de recortables. Podía pasarme horas, vistiendo a todas las muñecas de papel ahora de azul, de rojo, de princesa o de fiesta. Y lo que más me llenaba de gozo -¡que mala era!- se producía cuando bajaba mi vecina Ana Mª con su caja para hacer campeonatos de vestidos. Siempre ganaba yo porque tenía el triple de recortables que ella y eso me hacía sentirme importante.
Esas tardes de campeonatos de vestidos acababan siempre igual, viniendo mi hermano por detrás y dándole un guantazo a todos los montoncitos. Entonces venían los gritos y aparecía mi madre diciendo "Anamary anda, vete a casa y tú, recoge todo esto y ves a jugar con tu hermano que es el pequeño", y me daba una rabia... Nunca "recibía" él, siempre tenía que "recoger" yo.
GRRRUUUUUUU...
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