En
los países nórdicos, el domingo de Pascua se celebra de forma distinta que aquí,
y como tengo parte de sangre alemana (que no mentalidad) y parte española, en
mi casa se celebraba a la española y a la alemana.
El
Domingo de Pascua por la tarde venían a casa de mis padres toda la familia,
tíos, primos y algunos amigos, en total éramos unas cuarenta personas.
La
parte española era que el padrino de cada uno de nosotros, que siempre era
algún tío, traía la famosa mona de pascua típica en Catalunya, que siempre esperábamos con muchas
ganas. Éramos siete hermanos y
siempre había el pique de cual de ellas era la mas bonita.
La
parte alemana era la mas divertida para los niños, ya que venía el “Conejo de
Pascua” (Osterhase) y escondía huevos duros de colores por el jardín. También recibíamos
de la familia de Alemania postales con dibujos del conejito y huevos pintados, y como
niños que éramos nos hacía mucha ilusión. La parte mas pesada le tocaba, como
no, a mi madre que a escondidas por la noche hervía un montón de huevos y con
pintura vegetal los convertía en huevos de colores. Por la tarde salíamos todos al jardín y los íbamos buscando hasta
encontrarlos todos. Una vez acabada la búsqueda de huevos, había merienda con
chocolate desecho y mona.
Esta
tradición la hemos seguido mientras hemos tenido hijos pequeños, pero ahora los
hijos se han hecho mayores y se van de vacaciones, o sea que se acabó lo del
“Osterhase”, aunque seguimos regalando la mona a los ahijados y siempre hay en
casa una cesta con huevos de colores y de chocolate.