Ya sabéis que me encanta cocinar y que lo hago bien, eso dicen mis amigas. El truco es muy sencillo, hay que guisar con clase.
¿Cómo?
Mi madre me ha encargado lasaña con trufas blancas para una cena de lujo de 20 personas para el día 6, ¿o era para 6 el día 20?, no me acuerdo. El caso es que ayer me fui a comprar algunos utensilios que me faltaban.
¡Maravilla de las maravillas!
Buscando bandejas de horno encontré las manoplas de mi vida. Unos guantes protectores de las quemaduras con un anillo de brillantes de mogollón de quilates. Más contenta que unas pascuas me compré dos, uno para cada mano.
Llegada a casa, tiro a la basura los viejos y quemados que estaban en el cajón, no hay cosa que me guste más que usar cosas nuevas y tirar las viejas, abro la bolsa y voy a ponérmelos para estrenarlos.
¿Quéee? ¡Los dos son de la mano derecha!
¿Pero a que son fantásticos? Seguro que mis guisos sabrán mejor…jajaja
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