sábado, 2 de marzo de 2013

INFIDELIDADES

Siempre se ha dicho que los hombres son por naturaleza infieles y las mujeres no. Lo siento, no estoy de acuerdo. Lo somos al 50% aunque con matices. Lo que ocurre es que antes, en anteriores generaciones, las mujeres tenían menos oportunidades y además el adulterio estaba penado, así cualquiera se atrevía a liarse con el butanero que, encima, tampoco existía...

A mi generación eso de la obligada fidelidad femenina empezó a sonarnos a chino, aquello de 'ellos si, nosotras no' , 'ellos machos, nosotras putas' era injusto e inconcebible, aunque fuimos fieles muchos años hasta que un día dejamos de serlo no por convicción, ni ocasión, si no por necesidad y hastío.

Y es que a la hora de hacer el salto a nuestra pareja hombres y mujeres partimos de bases diferentes; ellos, los hombres, sólo necesitan la atracción física o que una tia se les insinúe, son "culo veo, culo quiero", mucho más simples y mucho menos complicados que nosotras. ¿Elementales?... Puede que también.
Las mujeres, mucho más enrevesadas -por lo general-, que ellos no tenemos suficiente con la insinuación o el atractivo de un buen ejemplar masculino y necesitamos crear antes sentimientos, de amistad o lo que sea,  lo que llamaríamos complicidad con esa persona, de lo contrario no se da el paso. Sexo por sexo, yo al menos no lo he entendido nunca, aunque actualmente sea lo más normal y así lo acepto pero no lo siento.

No pretendo vanagloriarme pero debo reconocer que, una sola vez, fui infiel a mi marido, durante días me sentí muy mal y no me quedaron ganas de volver a repetirlo.

Pasados dos años, y enterada de todas las andanzas del entonces ya  "ex-marido", volví a sentirme mal pero por no haberle sido infiel más veces y, sobre todo, por haber dejado escapar a aquella bonita gabardina que me acompañó en un vuelo Barcelona-Paris y con el que fuí, durante todo el trayecto, terriblemente maleducada. Con el guapo, elegante y agradable parisino que escondía la flamante gabardina y, encima, camino de Paris... ¡Que tonta fuí!
Sólo me comporté con corrección mientras esperábamos recoger las maletas, pero ni entonces tuve valor para el primer paso: compartir taxi hasta Paris. Le dí las gracias por su ofrecimiento y me marché sola al hotel. Tonta no, ¡tontísima!

1 comentario:

Andrea dijo...

Estoy completamente de acuerdo con lo que dices. A mi me pasó algo parecido, pero repetí. eso me hizo darme cuenta de que mi matrimonio estaba finiquitado. Si es que todas y todos pasamos por lo mismo.
Un saludo,